Dos eventos quisiéramos comentar y han sido tratados anteriormente no pocas veces: la amenaza imperialista y el ciberactivismo contrarrevolucionario.
El despliegue naval norteamericano en el Caribe no es una amenaza directa contra nosotros, al menos por el momento. Cada vez que hacemos oído a declaraciones de un congresista o senador yanqui, a cualquier artículo de su prensa, diciendo que vienen por nosotros, solo alimentamos la maquinaria del miedo.
Si Estados Unidos hubiera decidido por fin atacar a Cuba, no hubiera sido necesario ese despliegue naval en el sur. La campaña de miedo contra Venezuela igual nos afecta. Esa sí está dirigida contra nuestro pueblo.
El pragmatismo anglosajón le permite a Estados Unidos tomar medidas con varias posibles salidas. Si los cubanos se asustaran, si no les llegara petróleo, sería ideal para ellos. Pero el enfrentamiento con Cuba rebasa lo económico (saqueo de recursos), lo personal y el orgullo, no es una vendetta o perreta de Rubio, Trump o la mafia cubanoamericana de La Florida (por favor dejen de repetir que no invaden a Cuba porque es un negocio vivir de la confrontación, que lo es). Rebasa incluso lo político e ideológico para convertirse en un enfrentamiento filosófico.
Si Venezuela es un gobierno socialista en ciernes, Cuba es el último vestigio de una forma de hacer socialismo, no más pura, no mejor, pero que a los ojos de muchos seres que ven en el comunismo una esperanza, si fue una vía que tomó menos atajos, que hizo menos concesiones.
Mientras a Corea del Norte la invisibilizan mediáticamente, y China y Vietnam son vendidas como capitalistas, Cuba todavía está (muy a pesar de tirios y troyanos, y los mefistófeles internos) relacionada con aquel Socialismo Real que millones ven como un ideal, un símbolo, y eso es lo que hay que destruir, no con bombas (lo harán si no queda más remedio) sino con la implosión interna, el descrédito, el error doctrinal, la renuncia al proyecto, la deslealtad al legado…
Es por ello y ahí, donde no debe asombrar que surta efecto el cuento de hadas de un cualquiera anunciando gobiernos de transición ficticios y entrega de donaciones en hoteles. Que en Cuba exista un público de la idiotez supina, de la socialdemocracia política y económica, de la traición y la desesperación de los principios -y no aislado, ni desdeñable en cantidad- es primero, un error nuestro y segundo, el resultado de la verdadera guerra que se hace para destruirnos.
El cierre de este comentario se vio modificado por la noticia de la posposición del IX Congreso. A nuestro criterio; sabia decisión del General de Ejército. En ausencia del Comandante en Jefe, entiende como nadie que este evento es definitorio y no puede pasar sin penas ni glorias en lo concreto, ni en lo mediático. Y no estamos en condiciones para lograr un congreso así. Saber cuánto daño ha hecho ya el enemigo y cuánto de déficit teórico e ideológico tenemos, será imprescindible para definir que socialismo haremos en búsqueda de la construcción comunista.
Se lo debemos a Fidel en su Centenario, nos lo debemos nosotros los comunistas cubanos para quien habló esa última vez y se lo debemos al Mundo. Es nuestra fuerza y principal arma contra los enemigos.
