Ninguna figura política del siglo XX ha sido atacada con tanta persistencia, intensidad y unanimidad ideológica como Joseph Stalin . Desde el anticomunismo conservador hasta el moralismo liberal y gran parte de la llamada izquierda «democrática» y varias corrientes antiestalinistas (trotskistas, eurocomunistas y tendencias afines) , la hostilidad hacia Stalin funciona como un punto de convergencia compartido. Esto no es el resultado de la curiosidad histórica ni de la sensibilidad ética. Es una necesidad política.
Stalin es atacado no principalmente por lo que hizo, sino por lo que representa: el desafío histórico más avanzado jamás planteado al capitalismo y al imperialismo.
Bajo Joseph Stalin, el socialismo dejó de ser un experimento revolucionario frágil y se convirtió en un sistema social funcional. Sobrevivió a la guerra civil, el bloqueo y el cerco imperialista. Para la ideología burguesa, esto es intolerable. Si el socialismo demostró ser capaz de estabilidad, entonces el capitalismo pierde su reclamo de inevitabilidad histórica. Por lo tanto, Stalin debe ser desacreditado como una forma de desacreditar la construcción socialista misma.
2. Simboliza la abolición de la propiedad capitalista
La Unión Soviética bajo Stalin completó la expropiación de la burguesía y los terratenientes en una escala sin precedentes en la historia. Esto golpea el núcleo sagrado de la sociedad burguesa: la propiedad privada de los medios de producción. Demonizar a Stalin sirve como una advertencia permanente contra cualquier intento de repetir esta ruptura.
3. Presidió la industrialización no capitalista
La rápida industrialización de la URSS en la década de 1930, lograda sin saqueo colonial, capital extranjero o dependencia financiera, refutó el dogma de que solo el capitalismo puede modernizar las sociedades. La historiografía burguesa no puede integrar este hecho sin socavar sus propios fundamentos teóricos. Por lo tanto, lo explica a través de la moralización.
4. Encarna la derrota decisiva del fascismo.
Stalin no puede separarse de la victoria soviética sobre el nazismo. Esta victoria rompió el mito de que el capitalismo liberal era el principal antagonista histórico del fascismo. El papel central del Ejército Rojo expone verdades incómodas sobre las alianzas de clases, las economías de guerra y los cálculos imperialistas. De ahí el esfuerzo constante por relativizar o despolitizar esa victoria.
5. Rechazó la subordinación al sistema imperialista.
A diferencia de los liderazgos revisionistas o reformistas posteriores, la URSS de Stalin no buscó la «integración» en el mercado mundial capitalista en términos imperialistas. La soberanía económica y la independencia política no eran negociables. Para el imperialismo, tal postura es imperdonable y debe ser criminalizada retrospectivamente.
6. Defendió la dictadura del proletariado.
Stalin defendió abiertamente el principio de que la clase trabajadora debe ejercer el poder estatal contra las clases hostiles. La historiografía burguesa replantea esto como mero «autoritarismo», borrando el contenido de clase del Estado. El objetivo es presentar la democracia capitalista como neutral, a la vez que deslegitima cualquier alternativa revolucionaria.
7. Expone la naturaleza de clase del liberalismo.
Al rechazar la ficción de la armonía de clases, la política de Stalin revela el liberalismo como un sistema de dominación burguesa disfrazado de pluralismo. El odio dirigido a Stalin es, en parte, odio hacia esta exposición. La ideología liberal no tolera ser desenmascarada.
8. Sirve de chivo expiatorio para complejas contradicciones históricas.
El cerco imperialista, el atraso heredado, la devastación de la guerra civil y la intensa lucha de clases se reducen a una sola narrativa moral: «Stalin». Esta personalización permite a los historiadores burgueses evitar el análisis materialista serio y reemplazar la historia con la pedagogía moral.
9. Representa la continuidad con Octubre y el leninismo
Stalin se encuentra en continuidad histórica directa con la Revolución de Octubre y el marco estratégico de Lenin. Tanto para la derecha como para la izquierda reformista, romper esta continuidad es esencial. Si Stalin es presentado como una «traición», entonces la revolución misma puede ser descartada como inherentemente patológica.
10. Sigue siendo un símbolo de la lucha de clases irreconciliable
En última instancia, Stalin es atacado porque representa una política que no busca la reconciliación con la explotación. El anticomunismo, ya sea conservador, liberal o de «izquierda», está unido por la necesidad de suprimir esta perspectiva. Stalin concentra este miedo en una sola figura histórica.
Entonces, por lo tanto…
La obsesión con Stalin no es sobre el pasado. Es sobre el futuro. Mientras el capitalismo siga siendo históricamente vulnerable, debe atacar sin descanso el ejemplo más poderoso de su derrocamiento. Stalin es el blanco no porque la historia terminó con él, sino porque la historia no terminó.
Nikos Mottas
