Damasco, 15 de noviembre de 2025. La visita del viceministro de Defensa ruso Yunus-Bek Yevkurov al nuevo gobierno sirio abre un compás que el bloque occidental llevaba meses intentando evitar: la recomposición abierta del eje militar Siria-Rusia en pleno reordenamiento de Asia Occidental. La reunión, confirmada por SANA y descrita como un refuerzo de “cooperación y coordinación militar”, llega cuando EE. UU. e Israel intensifican su presión para impedir que Moscú mantenga capacidad operativa en el Levante tras los cambios internos sirios. Que Rusia envíe a su principal operador para misiones exteriores, justo ahora, señala que Moscú no está dispuesto a abandonar un punto estratégico por donde EE. UU. pretende cerrar el cerco energético y logístico hacia Irán y hacia el Mediterráneo.
La implicación más directa es que la estrategia occidental vuelve a tropezar con su propio límite material: su dominio regional dependía de un Estado sirio fragmentado y de una Rusia sobreextendida por Ucrania. Ninguna de las dos premisas se sostiene hoy. Siria, incluso debilitada, sigue siendo el nudo que impide una arquitectura de control desde el Golfo hasta el Mediterráneo; y Rusia, aun erosionada por el desgaste ucraniano, tiene margen para sostener posiciones clave que interrumpan la proyección militar estadounidense. La reunión en Damasco, en ese sentido, no expresa una “alianza nueva”, sino la continuidad de un patrón que lleva más de una década frustrando el esquema de recolonización occidental de Oriente Medio.
El gesto ruso evidencia la contradicción del dispositivo impuesto por EE. UU. e Israel: proclaman la “lucha contra el terrorismo” mientras mantienen despliegues militares ilegales en territorio sirio y administran enclaves donde operan milicias que sirven a sus intereses tácticos. Que medios alternativos hablen de “gobierno terrorista” en Siria no altera la realidad verificada de que, quien sigue ocupando campos petrolíferos, imponiendo sanciones que impiden la reconstrucción y bombardeando infraestructura civil no es Moscú, sino Washington y Tel Aviv. La visita de Yevkurov opera como recordatorio: si el tablero sirio no se ha cerrado para Occidente es porque todavía existe un actor —Rusia— capaz de impedir que el país quede subordinado a la agenda estratégica del eje EEUU-Israel.
Conviene subrayarlo porque nada de esto estalla de improviso. Desde hace años se viene insistiendo en que cualquier intento occidental de imponer un “nuevo orden” en Oriente Medio chocaría con los límites de su propia decadencia imperial y con la persistencia de polos capaces de fijar líneas rojas. Ya se había advertido que la presión simultánea sobre Rusia en Ucrania y sobre Siria buscaba forzar su retirada del Mediterráneo y abrir el corredor necesario para la proyección israelí-estadounidense hacia Irán: la reunión en Damasco confirma que esa maniobra no ha alcanzado su objetivo. El movimiento ruso, discreto pero sostenido, vuelve a colocar a Siria dentro del campo que obstaculiza la hegemonía occidental. Un desenlace anunciado para quien haya seguido el análisis estructural de los últimos años
Fuentes
1. https://espanol.almayadeen.net/noticias/politica/2089635/siria-y-rusia-abordan-cooperacion-militar-en-reunion-en-dama
