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MARCELO COLUSSI. ¡Yo no soy violento!

Reflexiones sobre la violencia (pensamiento crítico social, con formato literario)

in Artículos
MARCELO COLUSSI. ¡Yo no soy violento!

I

De ningún modo soy violento. Me dicen que lo soy, pero no es cierto. Se equivocan. Yo hago lo que aprendí a hacer desde que soy un niño, lo que vi toda mi vida, lo que es normal. Eso es lo que transmitieron mis padres en casa y lo que aprendí en la iglesia. ¿Desde cuándo eso va a cambiar? ¿O me van a decir ahora que todas esas ideas modernas de igualdad, de equidad de género, de respeto a la diversidad sexual -que es lo mismo que decir tolerancia a los pecados capitales-, me van a decir acaso que todas esas bobadas las tenemos que aceptar?

¿Por qué tendríamos que estar de acuerdo con cosas incorrectas, absolutamente cuestionables, contrarias a los designios de Dios? No soy un experto en cuestiones bíblicas; me apego al libro sagrado, pero no diría que soy un super conocedor de esto, un exégeta. De todos modos, en las Sagradas Escrituras, que por supuesto respeto mucho, en el Eclesiastés 22:3 pueda encontrarse que “El nacimiento de una hija es una pérdida”, o en el mismo libro, 7:26-28, se nos explica que “El hombre que agrada a Dios debe escapar de la mujer, pero el pecador en ella habrá de enredarse”. Por supuesto, en el mismo Génesis se le dice a la mujer que “parirás tus hijos con dolor. Tu deseo será el de tu marido y él tendrá autoridad sobre ti”. ¿Por qué oponerse a eso? ¿Acaso eso es violencia? ¡Por favor! Estamos hablando de los designios de Dios. ¡Seamos racionales!

Y en Timoteo 2:11-14 se expresa claramente que “La mujer debe aprender a estar en calma y en plena sumisión. Yo no permito a una mujer enseñar o tener autoridad sobre un hombre; debe estar en silencio”. Más claro: imposible.

¿Se da cuenta? No soy yo quien lo dice: es el libro más sagrado que tenemos. Ahí está escrito, y no podemos contradecir lo que el Sumo Hacedor nos transmite por medio de quienes escribieron esas páginas.

¿Violento yo? ¿Violento por cuestionar todos estos pecados? En absoluto, para nada. Mire, si hasta en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes lo dice: “Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Alá ha elevado a éstos por encima de aquéllas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Alá ha ordenado que se conserve intacto. Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra. Dios es elevado y grande”. ¿Queda claro?

Ahora se habla del “orgullo lésbico-gay”. ¡Por Dios! Hasta hacen desfile disfrazados, y aparecen ahí, pecando en público. La Biblia es clara: Adán y Eva, y no, de ninguna manera: Adán y Esteban. ¿Dónde está la violencia, dígame?

II

¿Violenta yo? No, ¡por favor! ¿De dónde sacan eso? Es muy injusto decirme eso, porque yo no soy violenta. Al contrario: soy más bien sumisa. ¡Mire cómo me trata mi marido! Él sí es violento, porque me dice que soy una tonta. Pero yo ¿en qué sería violenta?

Soy muy respetuosa, a todo el mundo trato bien. Incluso a mis empleados. Yo me crié en una situación de mucha abundancia, ¿qué le vamos a hacer? No me puedo sentir culpable por eso. Si tuve la dicha de nacer en una familia muy adinerada, eso es una ventaja que supe aprovechar. Y punto. ¿Por qué eso me haría violenta?

Es cierto que desde la cuna tuve personal que me cuidaba: niñeras, institutrices, personal doméstico, choferes, guardaespaldas. Es cierto también que soy muy exigente; “caprichosa” dice mi marido. Yo no considero que sea así. Me gusta que las cosas se hagan bien, que se cumpla lo que digo. Si alguien hace mal su trabajo, pues que lo repita. Y que lo repita cuantas veces sea necesario hasta que lo haga bien, que me deje conforme. ¿Por qué eso sería violento? Si se tiene que quedar hasta la madrugada repitiendo su trabajo… ¡pues que lo haga bien la primera vez y no ande chapuceando, improvisando! Eso sí es violento.

Todo eso del orden y la buena organización lo aprendí de mi papi. Él siempre manejó sus negocios con mano de hierro, porque no se pueden manejar tantas cosas si no se es un poco impositivo. Los trabajadores, usted sabe, en general son unos vagos que quieren trabajar lo menos posible, y siempre listos para protestar. A Dios gracias hoy ya no quedan sindicatos, esos molestos comunistas que lo discuten todo. Yo recibí una de las empresas familiares como herencia, aun estando en vida él, y me tuve que ocupar de seguir haciéndola crecer. Los más de 500 colaboradores que hoy tenemos son indisciplinados, aprovechados. Si no es con rigor ¿cómo se les haría trabajar bien?

Me encanta esa perspectiva de una empresa que funcione bien; para eso estudié todo lo que estudié, con dos maestrías en el extranjero, con especialidad en mercadotecnia. Sé que estoy bien preparada para ser empresaria, y también manejo las cosas con mano de hierro, tal como vi que hacen todos en mi familia. ¿Cómo hacer, si no, para que las cosas funcionen bien? Eso no es ser violenta. Es, simplemente, pedir que se trabaje a conciencia, que no nos engañen. Porque todos sabemos que la gente es aprovechada, que quiere ganar mucho con el menor esfuerzo, que los asalariados te roban cada vez que pueden, que son unos envidiosos que miran con malicia a quienes trabajamos duro y logramos hacernos una posición.

Dígame: ¿acaso es violento descontarle el día al que llega tarde? Pero ¿para qué están los horarios? ¿Usted sabe lo mañosa que es la gente para trabajar? Se demoran más de la cuenta cuando van al baño, se toman más tiempo del que corresponde para su almuerzo, siempre dicen que están enfermos, siempre están poniendo excusas para trabajar lo menos posible, o para no trabajar.

Yo a mi gente la trato bien, la respeto. No soy violenta. Las empleadas domésticas usan uniforme y tienen que tratarme de usted porque así son las reglas. ¿Se imagina que una muchachita de esas tutee a su patrona? ¿Dónde se ha visto eso? Así se perdería autoridad, y si algo debe mantenerse siempre para que las cosas funcionen, es la disciplina, el orden. ¿Por qué Chile pasó a ser ahora un país del Primer Mundo? Porque hubo un Pinochet que supo encausar las cosas. Llamar a eso “violencia” es un error: es orden, simplemente. Sin orden estamos en el caos.

III

¿Violentas nosotras? ¡No, por favor! Por el amor de Dios todopoderoso, ¿por qué me dice eso? Nosotras, hermanitas de esta orden religiosa, solo nos dedicamos a formar jovencitas en nuestra escuela, y a servir a nuestro Señor con toda la humildad que una de sus siervas pueda hacer. Por tanto, no estamos en absoluto de acuerdo con que se nos tache de violentas. Eso es, a todas luces, una injusticia. Me atrevo a decir que constituye una blasfemia, inaceptable. Algo casi demoníaco.

Usted sabe que las jovencitas, en su edad de púberes o de adolescentes, son terribles. El demonio siempre acecha, y en este momento de sus vidas es cuando más las puede tentar. Con las hormonas revoloteando en su máxima expresión, es muy posible que estén muy cerca del pecado. Por eso hay que saber actuar con mano dura, para evitar que la lascivia indecente las subyugue.

No debe confundirse violencia con rigor. A estas muchachitas hay que saber conducirlas; hacerlas levantar a las 5 de la mañana para que se bañen con agua fría está científicamente comprobado que es muy bueno, pues templa el espíritu. Necesitan orden, estructura, que se les marque el camino recto para que sean mujeres de bien el día de mañana.

Hacer que estén ocupadas todo el día, que estudien, hagan su aseo personal y el de la institución, asistan a misa, recen y pidan de corazón que la bondad infinita de Dios nos perdone por nuestros asquerosos pecados, aprender las labores que una buena mujer va a requerir en su vida adulta para ser una hacendosa madre, una fiel y sumisa esposa y no se desvíe un milímetro de ese camino de perfección, todo eso es nuestra misión como religiosas.

Ser una buena persona, servidora de Cristo, ciudadana ejemplar; en otros términos: ser virtuosa, no es algo que se consigue así por así, de la noche a la mañana. Requiere un gran esfuerzo, dejar de lado los instintos carnales que tanto daño nos hacen y someterse al poder omnímodo de Dios con toda la humildad del caso, como inmundos y despreciables gusanos que somos, sin arrogancias ni petulancias.

Incidir en todo ello, poniendo la cuota de rigor necesaria para que eso se cumpla, de ninguna manera es violencia. No digo que alguna vez, cuando una muchacha seducida por el diablo cae en tentaciones, en vicios, en conductas inapropiadas, no usemos un poquito el castigo corporal. Pero eso es necesario. En definitiva, es útil para la oveja descarriada. Yo no me considero violenta porque ayude a una jovencita a que no peque, si para eso debo darle un par de cachetadas. Violencia sería dejarle pasar esas conductas inapropiadas, indeseables, contraria a los sublimes designios de nuestro padre celestial, que es puro amor.

Insisto con la idea: no confundamos violencia con orden estricto y rigor.

IV

Decir que hay seres humanos mejores que otros no es violento. ¡Por favor! ¿De dónde viene esa acusación? Después de años de estudio del tema, habiendo observado muy detenidamente todas las razas humanas, puedo concluir que sí, efectivamente, hay diferencias. No quiero ser arrogante, y estoy totalmente en desacuerdo con aquellos que piensan que lo que digo es racista, y por tanto violento, pero solo me atengo a los hechos demostrables, a lo que la observación serena y meticulosa nos puede ofrecer: los blancos somos superiores.

Decir verdades puede doler. ¿Acaso eso es violento? ¿Fue violento Cristóbal Colón cuando dijo que la Tierra era redonda contrariando la opinión reinante? ¿Fue violento Copérnico cuando dijo que nuestro planeta gira alrededor del sol desarticulando la teoría geocéntrica? Violentos son quienes se oponen a las verdades nuevas, las que duelen, porque rompen esquemas. Y me reafirmo en esto, como dijo Aristóteles hace ya más de dos milenios: “Soy amigo de Platón, pero más aún, lo soy de la verdad”. Es decir: la verdad a veces puede ser inoportuna, meter el dedo en la llaga, hacernos padecer, porque rompe un paradigma ya preconcebido, un modelo con el que nos sentíamos seguros. Pero la verdad es la verdad, y aunque no nos guste, ahí está. ¡No es violenta!

Es innegable que hoy, en todo el mundo, ha tomado la delantera la raza blanca. Eso es indiscutible. ¿Decir eso es violento acaso? Desde la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, los blancos europeos comenzaron a expandirse por todo el orbe. Varias cosas facilitaron eso, lo cual demuestra su superioridad sobre otros pueblos, sobre otras razas. En aquel momento los blancos -los “carapálidas”, como les decían los indígenas de América del Norte- tenían navegación a vela en grandes embarcaciones, lo que les permitía cruzar todo un océano, tenían instrumentos de navegación muy precisos, como la brújula, el astrolabio, el sextante; poseían armas de fuego, mejores tácticas militares que ninguno, una cartografía avanzada. En el siglo XV, cuando se lanzan a conquistar el mundo, ya imprimían libros con la imprenta de Gutenberg. Ninguna otra raza había logrado esos avances. Esa superioridad les permitió vencer a los pueblos de África, de América, de Asia, de Oceanía.

¿Por qué decir que hay superioridad es un acto de violencia? No, no es así. Es solo un reconocimiento de cómo son las cosas. ¿Por qué hoy día dominan los blancos y no los negros, ni los indígenas? La respuesta es bastante obvia, ¿no? Porque son superiores.

Por supuesto que yo no estoy de acuerdo con la violencia física, con matar a alguien, con hacerle padecer sufrimientos. Eso sí, definitivamente, es violento. Y no lo comparto, de ningún modo. Pero ¿por qué sería violento decir que hay un grupo humano superior, más inteligente y que, por tanto, tiene el derecho de imponerse sobre otros? Mientras los africanos o los aborígenes australianos, y también los indígenas americanos, en sus músicas no pasaban de la percusión y de rudimentarios cordófonos o aerófonos muy precarios, en Europa ya existía la polifonía, o complejos instrumentos, como el órgano de tubos, con desarrollados lenguajes musicales escritos. ¿Quién inventó el pentagrama y las notas musicales que hoy se utilizan en todo el mundo? Los blancos, mi amigo. ¿O no es así? Decir que había una gran, enorme diferencia entre unos y otros, ¿es violento?

Sí, yo soy blanco, rubio y de ojos celestes, y tengo muchos estudios académicos. ¿Me tendría que sentir culpable por eso? Salvo algunos inventos de la antigüedad, importantes sin dudas, la mayor cantidad de invenciones que hoy usamos y nos hacen la vida más fácil, más amena incluso, son creaciones de la raza blanca. ¿Quién inventó el ferrocarril, la máquina de vapor, el telégrafo, los altos hornos para producir acero, el teléfono, el automóvil, el avión, la electricidad, las vacunas, la computadora, el internet, los robots, los viajes espaciales, la inteligencia artificial? Creo que es demoledoramente evidente que la raza blanca es superior, ¿no le parece?

No voy a justificar la esclavitud de unos, los inferiores, por otros, los superiores. Pero sería tonto negar que hay razas superiores. ¿Eso es violencia?

V

Yo no soy violento, pero me obligaron a serlo. Mi padrastro era alcohólico y le daba unas palizas bárbaras a mi viejita. Me crié con seis hermanos más. Yo, según me cuenta mi madre, soy de otro padre. En realidad, según lo que ella me dijo, soy producto de una violación. Por eso ella me quiso abortar, pero el cura le dijo que eso era pecado. Y nací. Pero ahora piden pena de muerte para mí. Uy, ¡qué difícil de entender! No permitieron que mi viejita no me tuviera, pero ahora de grande, como dicen que soy un problema social, piden que me maten. ¡Qué lío! No lo entiendo, doctor.

A mi verdadero viejo nunca lo conocí. De mis medio hermanos, dos eran pandilleros, otros se fueron de mojados a Estados Unidos y allá venden drogas, y la hembra menor, la Yuleisy, era puta. A ella la mataron el año pasado. En mi barrio solo había ladrones y drogadictos. Ah, y putas, como mi hermanita. Me acuerdo que la casita donde vivíamos era de lámina de zinc, en un barranco, muy peligroso. Había una letrina asquerosa. A mí me daba asco ir ahí, pero… ni modo. Yo empecé con la marihuana a los doce años; después le entré al crack. Recuerdo que el barrio nunca había agua. Me bañaba una vez por semana… con suerte. Me decían “El Oloroso” de sobrenombre. Mi primer robo fue a los trece. De ahí ya no paré. ¿Por qué lo maté a ese imbécil? Mire, doctor: yo a los veinte, después de haber estado varias veces en el reformatorio y después, ya de adulto, en la cárcel, traté de regenerarme. Fui a un centro de rehabilitación para drogadictos. Ya tenía como seis meses de no consumir, sin robar y portándome bien. Empecé a pedir en los semáforos y hacer de payasito, haciendo algunas pruebas sencillitas. Hacía malabares para ofrecer un show, y después esperar un centavito de propina.

Recuerdo que estos tipos bien elegantones, que iban en un BMW, me dijeron: “payaso de mierda, andá a trabajar en vez de estar pidiendo, parásito asqueroso, caco hijo de la gran puta”. Me encendió la sangre, y los insulté. Uno de ellos, el que manejaba, se bajó. No pude aguantar. Nosotros, los que nos criamos en la calle, sabemos pelear y nos conocemos bien todas las mañas. Le di y le di hasta que me lo troné. Los otros dos que andaban con él se asustaron, agarraron el vehículo y salieron huyendo. ¿Me entiende por qué le quebré el culo, doctor? La psiquiatra que me atendió en la cárcel me dijo que soy un resentido por ser producto de una violación. ¿Será así, doctor? Otro muchacho, un psicólogo creo que era, me dijo que yo no soy violento porque sí, sino que soy producto de otras violencias. No entendí bien qué me quiso decir. ¿Soy o no soy violento, doctor?

VI

Pedir que le den pena de muerte a ese asesino repugnante no es violento. ¿Cómo me van a decir eso? Solo esa gentuza que habla de derechos humanos y todas esas bobadas comunistas puede defender a estos malvivientes, a estos delincuentes desalmados, bazofias sociales, marginales repugnantes. ¿Cómo no los vamos a tener que matar, si son un peligro para la sociedad? Mire lo que le hicieron a mi pobre hijito. Ese sanguinario pandillero asesino lo mató a puñetazos y patadas a plena luz del día.

¡Mi pobre hijito! Él era incapaz de matar una mosca. Lo habíamos criado como un rey entre algodones. Era hijo único, y representaba todo para nosotros. Lo educamos en los mejores colegios, nunca le faltó nada, le dimos una formación católica formidable. Era un muchachito excelente; jamás decía una mala palabra, jamás se metía con nadie. Era un ejemplo de buena conducta, por eso el papá decidió regalarle ese BMW…, pero tuvo que venir este monstruo asqueroso a arruinarnos la vida. ¿Acaso pedir pena de muerte contra este asesino es violento?

Nosotros, el padre y yo, somos buena gente. Tenemos mucho dinero, sí, es cierto. Pero lo hicimos trabajando. ¿Usted cree que es fácil manejar una gran hacienda como la nuestra? ¿Usted piensa que atender varios miles de cabezas de ganado, muchas hectáreas de cultivo, y lidiar con más de cien mozos que trabajan allí, es fácil? ¡Esos son violentos, y no nosotros! Siempre protestando, pidiendo mejoras de sueldo, esas estupideces que les meten los comunistas… ¡Esos sí son violentos! Cada vez que mi esposo va en el helicóptero para la hacienda, tiembla de ver qué nuevo problema va a encontrarse. Y Carlos Eugenio, que se estaba preparando para hacerse cargo del manejo de ese campo -no le gustaba ser de la junta directiva de nuestro banco- también veía la dificultad de entenderse con toda esa chusma. ¡Esos sí que son violentos, borrachos, llenos de hijos que después no pueden mantener, pendencieros, aprovechados, siempre limosneando!

No me vengan a decir que nosotros éramos los violentos; y mucho menos mi Carlitos Eugenio, tan vilmente asesinado. Esos pandilleros haraganes y drogadictos son los que causan los problemas. Yo no sé por qué el gobierno no hace nada con toda esa caterva de gente, acostumbrada a la vagancia y a los vicios, que no aporta nada para el país. Yo no estoy de acuerdo con eso que llaman limpieza social, pero mire, entre nosotros: ¿para qué sirven todos esos holgazanes asesinos?

Pedir orden y respeto en un país no es ser violento, para nada. Violentos son esos pandilleros que andan por ahí haciendo sus fechorías, protegidos por esos ladrones de los derechos humanos, que son más delincuentes que los delincuentes a quienes defienden. Como dicen siempre mi esposo y su hermano, el que es general del ejército: la única manera de terminar con ese cáncer de los pandilleros, vagos y drogadictos es esterilizando a todas esas mujercitas de los barrios pobres que lo único que saben hacer es embarazarse, y después ir a pedir ayuda al gobierno o a los derechos humanos. Solo así se puede terminar con la violencia. Mientras haya ladrones y todo eso, seguiremos con la espiral de la violencia.

VII

¿Que yo soy violento? ¡Por favor! No me haga reír. Usted no sabe lo que es la violencia. Si no hubiera sido por nosotros, los militares, que somos quienes hemos ganado esta guerra, el país sería un infierno comunista y usted no me podría estar preguntando todas estas cosas.

Es cierto, hubo guerra. Y en la guerra, mi amigo, hay que vencer o morir. Nosotros nos enfrentamos a un enemigo despiadado. Como se suele decir: en la guerra y en el amor vale todo. Pues bien, es así. En la guerra se va a vencer. Hay que ir convencido que ya las palabras no alcanzaron para dirimir los conflictos, entonces, mal que nos pese, las cosas se resuelven con la fuerza.

Los militares estamos preparados para el combate; ese es el oficio de guerrero. Pero no somos violentos porque sí, porque nos gusta andar matando gente, porque somos unos asesinos sedientos de sangre, unos enfermos psicópatas. Nos hemos preparado para empuñar las armas, en el entendido, como decía aquel prusiano, von Clausewitz, que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Es decir: lo que no se puede resolver en una mesa de negociaciones, lamentablemente hay que resolverlo a los tiros. Y en la guerra no se disparan flores: se disparan balas, bombas, armas cada vez más potentes. Las flores no matan; los tiros sí. Pero eso sucede porque hay una racionalidad ahí atrás.

No me asusta que digan, equivocadamente sin dudas, que los militares somos violentos… ¡porque no lo somos! Somos militares, profesionales de la guerra, la cual es todo un arte. “El arte de la guerra”, escribió Sun Tzu hace miles de años. Efectivamente: es un arte. Por supuesto, se usa la violencia, pero racionalmente, con un objetivo concreto, sabiendo qué hacer, cómo neutralizar a un enemigo que nos quiere atacar.

¿Usted sabe lo que es el comunismo? Es la peor basura que se ha inventado en la historia, porque aplasta a los seres humanos, no nos deja ser nosotros mismos, nos esclaviza. Por eso hubo que pelear contra ese cáncer que había aparecido en el país años atrás, y ya se estaba haciendo metástasis. Fue una guerra, y punto. En la guerra no hay amigos: ¡hay enemigos! Y hay que vencerlo. Si no, ese enemigo implacable nos vence a nosotros.

¿Que hubo excesos? Puede ser. En la guerra, le repito, no nos tiramos flores ni piropos. Nos tiramos proyectiles para dañar al otro, para derrotarlo, para mostrarle que somos más fuertes que él y que no nos va a doblegar. Y esta guerra, que sin dudas fue cruel, sangrienta, tremenda -bueno …, como todas las guerras- la ganamos nosotros, nuestras gloriosas fuerzas armadas. La ganamos, y libramos a la patria de ese tumor putrefacto. Si no, le repito, hoy estaríamos viviendo en un campo de concentración con un sucio trapo rojo como insignia, obligándonos a ser ateos, sin vida espiritual, todos robotizados.

La violencia no es defenderse del ataque. Los que atacan son los violentos. Y el comunismo internacional nos atacó. Yo, como obediente y disciplinado militar que defiende a su bandera, respondí tal como debía hacerlo. Eso no es violencia: es amor a mi pueblo, a mi patria, a mis valores. Yo no soy violento, de ningún modo.

Marcelo Colussi

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