Algunos parecen más preocupados por el tiempo que tardó la Fiscalía en presentar los cargos contra Alejandro Gil y en el “debido proceso”, que por las gravísimas acusaciones que se le hacen.
Compañeros, no estamos hablando de negligencias, incapacidades o indisciplinas; estamos hablando de espionaje y corrupción a un alto nivel, estamos hablando de traición a la Patria y a la Revolución. No solo es importante presentar pruebas de la culpabilidad del acusado sino desenmascarar a todos y cada uno de sus cómplices y colaboradores, descubrir sus vínculos con el extranjero, sus métodos, y esclarecer los planes del enemigo.
Todo esto lleva mucho tiempo, cautela y paciencia. Pero no tengamos duda alguna de la transparencia de nuestro sistema judicial, de nuestros órganos de seguridad del Estado, de nuestro Partido.
Es cierto que a Gil no se le puede declarar culpable hasta que se demuestre su culpabilidad en un tribunal, pero también es cierto que no se le hubieran presentado cargos tan graves sin una previa y exhaustiva investigación por oficiales del MININT cuya integridad está fuera de toda duda.
En Cuba no hay fuerzas represivas ni un sistema judicial corrupto. La Fuerzas Armadas son, en su totalidad, el pueblo uniformado. ¿A qué viene demandar un juicio público, exigiendo apertura y transparencia, lo cual es un cuestionamiento directo a nuestras instituciones?.
Un “debido proceso”, que sí existe en Cuba y no donde la justicia es tarifada, no necesita de un show mediático. ¡Todo lo contrario! ¡Cuidado con regalar tribuna al enemigo! El veneno que destilarían en él, científicamente elaborado, llevaría la marca de fábrica de los tanques de pensar de Washington y Langley.
Si es justo y conveniente un juicio público es algo que toca decidir a las más altas instancias del partido y del gobierno. Lo importante es que se demuestre fehacientemente la culpabilidad de los acusados, que reciban el castigo que merecen, y que la experiencia nos fortalezca frente al enemigo.
Para mi está claro que se está utilizando el caso Gil para atacar a fondo al gobierno revolucionario, al sistema judicial y al Ministerio del Interior, principalmente.
El foco de atención no se centra en Gil y en los graves delitos por los que tendrá que responder (él y los que le rodean) sino en supuestas culpabilidades del gobierno en su política de cuadros y en su gestión de informar y proteger a la población.
¡Ojo con los que realizan, sutil y permanentemente una labor de zapa contra la institucionalidad cubana! ¡Ojo con los que construyen, mirando a un futuro que solo existe en su imaginación y mostrándose incluyentes, demócratas, moderados, tolerantes, amorosos, abiertos a todas las corrientes de pensamiento y opuestos al “dogmatismo” de los “dinosaurios” (de los que orgullosamente formo parte), una conveniente imagen de presidencialidad.
Sin dudas los ataques en las redes se muestran inconsecuentes no contra los traidores que serán juzgados, sino con los que dirigen hoy la revolución que en definitiva tomaron las decisiones que tenían que tomar en su momento con el caso, cuando en asuntos de seguridad dos y dos nunca son cuatro. ¡Cuidado! ¡La trampa está puesta! ¡No caigamos en ella!.
