Miles, decenas de miles de personas (alemanes nazis y colaboracionistas) quedaron impunes de los graves delitos cometidos en los años inmediatamente anteriores y en la propia segunda Guerra Mundial. Es cierto que algunos miembros de la cúpula dirigente fueron juzgados e incluso condenados a muerte, pero hubo otros muchos que se incorporaron a la nueva «democracia» alemana, con cargos en las fuerzas armadas, en el ministerio de Defensa, de Interior y en la propia OTAN. La potencias occidentales quisieron mirar para otro lado con rapidez. En el caso del genocidio perpetrado por Israel contra el pueblo palestino aparece la misma práctica, esto es, que la firma de un acuerdo tape y borre lo acaecido. Se está exigiendo ya que apliquemos el perdón y el olvido, el «aquí no paso nada», el que hay que mirar para adelante, observar con naturalidad como las empresas pujan por el negocio de la reconstrucción de Gaza, y hablar de dos Estados, pero no como una concesión a Israel (que empezó la ocupación Palestina en 1948 auspiciada por el imperialismo en la ONU), sino como un favor al pueblo palestino. De juzgar a los Netanyahus varios que han asesinado a decenas de miles de personas, nada de nada, de hecho, ellos llaman una «guerra» a lo que en realidad fue/es un intento de exterminio y ocupación de las pocas tierras que le quedan a Palestina. Los soldados y cuadros intermedios sionistas que ejecutaban niños como divertimento, serán tratados como héroes sin posibilidad alguna de ser juzgados. Los países aliados de Israel que fueron incapaces de sancionarlo festejarán que uno de los suyos vuelve al escenario mundial como baluarte de la paz. Los pueblos no van a olvidar ni a perdonar.
