Estos últimos años, con la agudización de la crisis capitalista permanente que no deja de agravarse, los grandes medios de desinformación han intensificado la criminalización de la inmigración. Estos altavoces de las grandes empresas que los financian, al servir a sus intereses difunden lo que necesitan para tratar de manejar la situación y continuar batiendo récords de beneficios. Para tal fin, uno de los viejos trucos que más emplean es el de dividir a la clase obrera y a los sectores populares. Enfrentando a la nacida aquí con la que proviene de otros lugares. Así desvían la atención- y evitan que se señale a su poder como culpable de empobrecer a la mayoría de la población, venga de donde venga. Que se perciba mucho más cómo tenemos un opresor común contra el que necesitamos unirnos. Es palpable cómo este discurso va calando, con los diversos efectos nefastos que conlleva. La oligarquía sabe muy bien que las condiciones de «vida» cada día más indignas que impone, se le pueden ir de las manos con potentes estallidos organizados. Así que no cesará la intoxicación para aumentar la confusión y que se señale al pobre, en vez de a los multimillonarios que pisotean absolutamente todos los derechos y libertades.
Para abordar la inmigración, como con cualquier otra cuestión hay que analizar las causas y también intentan evitarlo por la cuenta que les trae. Los Estados imperialistas como el español, con sus grandes empresas a la cabeza, han participado y participan en todo tipo de agresiones imperialistas en sus países de origen. Sobreexplotación -incluso infantil-, saqueo de recursos, guerras devastadoras de rapiña, presencia militar, imposición de gobiernos títeres, persecución y exterminio de quienes defienden intereses obreros y populares, etc. No explican, por ejemplo, que África es el continente más rico en recursos y sin embargo padecen una miseria sangrante porque sus recursos son saqueados. También por las dictaduras que el imperialismo respalda al repartirse el botín. Estas situaciones tan duras, a menudo infernales, los fuerzan a venir incluso arriesgando la vida y alejándose de sus familias. La única invasión es la que las multinacionales y ejércitos imperialistas realizan violentamente en sus países, la que explica en gran medida el fenómeno de la inmigración masiva.
Quienes culpan a la inmigración de numerosos males tergiversando la realidad, omiten que esta suele llevarse la peor parte de la sobreexplotación en el Estado español. Sufriendo a menudo las condiciones más brutales, con la total complicidad de los sindicatos del Régimen y del Ministerio de Trabajo a cargo de la farsante Yolanda Díaz. Muchas de las víctimas del terrorismo patronal, fallecidas en sus puestos de trabajo por falta de seguridad, son trabajadores migrantes. Acusarlos de «robarnos el trabajo» es ocultar la raíz y errar el tiro sin señalar a quienes nos lo roban e imponen sueldos miserables: el Estado y los capitalistas que lo controlan. Pues para que una ínfima minoría acumule riquezas, han de imponer condiciones nefastas a la mayoría.
La deshumanización de los inmigrantes, reduciéndolos a «menas» o llegando al punto de que bañistas les atrapen recién llegados en patera cual presas de caza, es un objetivo principal de quienes dividen a la clase obrera. Por ello aprovechan cualquier aberración que haya cometido alguno y si no, la inventan, para generalizar. Algo tan absurdo, que por esa regla de tres llevaría a criminalizar a todos los pueblos del mundo porque en todos hay quien actúa de forma despreciable, va extendiéndose como un «chivo expiatorio». Porque lo fácil es señalar a los vulnerables y no a los poderosos. Pone de relieve que el racismo también es una cuestión de clase, pues señalan al inmigrante pobre y no a los que son adinerados. También son menos atacados, cuanto más clara tienen la piel. Muchos de los propagadores de estos señalamientos se ceban con los marroquís que vienen, pero no con la sátrapa monarquía marroquí íntima amiga de la española y de altos cargos de aquí, que condenándolos a malvivir los empuja a huir.
Es innegable que en los barrios obreros y populares hay numerosos problemas, pero son fruto de la miseria, la drogadicción, la mala salud mental y la falta de oportunidades y valores comunitarios. Es decir, del sistema capitalista. Culpabilizar a la inmigración, como si en los 80 y los 90 no existieran esos problemas cuando había menos inmigrantes y el Estado no había empobrecido tanto a la población, vuelve a ocultar las causas. Muchas de estas empujan a la delincuencia y precisamente existen porque quienes dirigen el sistema son los peores delincuentes. A menudo, las posiciones racistas se justifican poniendo el foco en algún aspecto reaccionario de otras culturas.
Volviendo a generalizar o como si no existieran en la autóctona. Cuando además esta justificación racista ya supone en sí algo reaccionario. Quienes promueven la islamofobia excusándose en la minoría de fanáticos islamistas, no combaten -e incluso apoyan- las actuaciones ultrarreaccioriarias en el seno de la Iglesia católica. Por ejemplo.
Internet y las nuevas plataformas han facilitado la peligrosa expansión de estos mensajes. El fascismo internacional, con sus cuantiosas inversiones en propaganda diseñada en sus think tanks (laboratorios de pensamiento) y su ayuda a influencers que la difunden, ha logrado aún más. Pues el discurso racista en boca de tipejos con muchos miles o millones de seguidores, va acompañado de otras posiciones ferozmente enemigas de la clase trabajadora. Del verdadero progreso colectivo. El machismo, el individualismo, el enaltecimiento del capitalismo y por ende del imperialismo y del fascismo, inoculados a base de mentiras repetidas constantemente, son lacras que necesitamos contrarrestar. Explicando porqué lejos de defender nuestros derechos, sirven a quienes los niegan. Su gran influencia entre los oprimidos supone otro freno para el desarrollo de la lucha revolucionaria.
Los estallidos racistas de Torre Pacheco, que recientemente se han dado en otros lugares aunque con menor intensidad, explican mucho. Sobre cómo el fascismo más descarado emplea las redes para agitar y agredir en las calles, su impunidad incluso para acudir armados a la caza del inmigrante y su manipulación del hartazgo social para sumar apoyos vendiendo falsas soluciones. Algo que irá in crescendo por todo lo comentado. La escasa respuesta antifascista en la zona también fue preocupante. Sin duda en otros puntos de la geografía no hubiera sido así ante hechos tan graves. Pero creo que merece la reflexión. Igual que haya habido estallidos más contundentes por el racismo que, por la situación de la vivienda, el genocidio en Palestina o la gestión criminal de la Dana.
Tanto por el amparo que les dan, como por perpetuar leyes fascistas y reprimir al antifascismo, este Gobierno es culpable y desde luego no se puede tolerar que se le califique como «antifascista». Además, les interesa que crezcan para azuzar el miedo y rascar más votos. Sin solucionar nada y sin dejar de empeorarlo. Considero que sería muy nocivo infravalorar esta cuestión que cada día adquiere mayores dimensiones. Como lo sería señalar solo a VOX y al resto de grupúsculos nazis. Las políticas racistas e imperialistas -tanto a nivel estatal como internacional- y las que ponen en bandeja a estos manipular las causas, también son y han sido impuestas por el PP, el PSOE y sus muletas, etc. En definitiva, por cualquier partido del sistema. El racismo aumenta porque todos lo permiten, sacan tajada y sostienen la raíz de este y de tantos otros problemas. Por ello impedir la desunión y la nula combatividad que fomentan, es una urgencia. Solo unidos a nuestros compañeros de clase inmigrantes en la lucha determinada contra el Régimen, podremos ponerle fin.